sábado, 21 de noviembre de 2009

Me alegré de verte

Anoche soñé contigo.
Me alegré de verte.
Ya te había olvidado,
pero fui testigo de tu presente.

No voy a pronunciarme,
tan solo... me alegré de verte.
Y de que estés bien
aunque vuelva a verte caer
en las manos de la muerte.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mi Buenos Aires querido.

Son las 11 de la mañana según mi reloj. Pero joder, atardece. Debemos haber recorrido muchos kilómetros para que el desfase horario sea tan grande. Es lamentable que me pueda sorprender algo así. Bueno, lo dicho: son las 11 y atardece. Y es un atardecer limpio, tan solo alguna nube mancha el horizonte, pero son nubes blancas. No huele a tormenta, huele a salitre y libertad. A eso huele. Libertad para mi, obviamente. Libertad para un hombre que huye de donde nació. Que huye de un lugar que le castiga y de una gente que le atormenta. Y ahora, ese hombre, o sea, yo, está libre y feliz. Feliz lejos de todos esos buitres hambrientos de carroña. Y todo esto lo pienso ahora, mientras el sol me da en la cara, pero no me molesta. Es más, me reconforta. Empieza a hacer frío aquí, en medio de la nada. Tan solo rodeado por agua transparente, pero fiel reflejo del cielo.

Navego en un barco que no es mio. Navego por la cara, como quien dice. Es un simple barco mercante que en algo más de dos semanas llegará a Buenos Aires. Mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, que diría Carlos Gardel. Mi Buenos Aires querido, que me va a brindar una nueva oportunidad para cometer nuevos fallos, para sufrir otras desgracias, para vivir otra vida. Otra oportunidad para existir. Total, que me encuentro bien después de mucho tiempo. Y se que me sentiré mejor cuando vea tierra sobre el horizonte, cuando la pise. Cuando recuerde al mar con nostalgia y cuando, poco a poco, descubra, primero, cada rincón de Mi Buenos Aires querido, y después, cada rincón de Argentina. Así es: no pienso parar quieto mientras me queden fuerzas (y piernas). Pienso viajar, viajar, viajar... vivir. Vivir ahora, vivir feliz, vivir de día, de noche, de tarde, de mañana y en cualquier lugar. Coño ya.

Y ahora, o tal vez hace un momento, sale la cocinera del barco. Una mujer mayor. Ojo, mayor, que no anciana. Una mujer adulta, una mujer de los pies a la cabeza. Que, pese a todo, desprende feminidad por los cuatro costados. No especialmente atractiva, pero diablos, una mujer. Una señora, como debe ser. Y allí se queda, en la cubierta, apoyada en la baranda, esperando no caerse. Mira el mar, el horizonte, las nubes. El pelo recogido y negro, espeso, seguramente algo sucio, pero no lo aparenta. Las manos estropeadas. Curtidas, más bien. Unas manos curtidas, igual que su piel morena, espejo de los años que ha navegado y de los que le quedan por navegar aun. El rostro delgado, algo enjuto, pero saludable. Cubierto por algunas arrugas, no demasiadas, pero las suficientes como para saber que ha vivido. Y ahí está, esperando. Esperando algo, a alguien, qué se yo. Pero espera. Algo tan auténtico es inconfundible.

Desde donde estoy le pego un grito preguntándole que qué hace. “¿Qué le ocurre, señora?¿Qué espera?”, le pregunto. Y, después de unos segundos, me mira y se va. Sin contestar, se aleja de la baranda y entra de nuevo en algún lugar del barco. El que prefieran. Sonrío levemente y continúo mirando al mar. Me he dado cuenta de que no habla mi idioma.

sábado, 27 de junio de 2009

Coyote



Todo en esta realidad nace, vive y muere. Es paradójico como el mundo nos demuestra continuamente que algo que, a priori, no tiene vida, puede acabar muriendo.
Todo en esta gran maquinaria se desgasta y se va, dejando paso a un sustituto mejor preparado, o tal vez no, pero seguro más joven.

A él le costaba creerlo, pero lo aceptaba. Se dio cuenta de que, aun sin él, el mundo seguiría adelante, el cosmos se mantendría en equilibrio... sin él. Acabaría desgastándose y se volvería inservible con el paso del tiempo. A veces prefería tener que vivir menos para sentir menos dolor al irse. Al fin y al cabo, un coyote no sufre tanto cómo un humano. O tal vez si.

Los coyotes son pequeños cánidos que viven alrededor de 6 años y habitan en toda América del Norte, aunque cada vez quedan menos. Son animales pequeños y delgaduchos, aparentemente débiles, pero que no dudan en defenderse. A pesar de que se les puede ver en manadas, normalmente son solitarios, asi como adictos a la luna, tan adictos que a veces aullan lamentándose de no poder llegar a ella.

Él era pequeño y solitario, y aullaba a una luna que no podía alcanzar. Como un coyote, se deslizaba sigiloso entre las calles tan solo alumbradas por la luz de esa luna. Soñaba con encontrar otros como él, pero los coyotes son escurridizos... y se asustan facilmente. Asi que, cansado de buscar, se sentaba en algún banco o , simplemente, en el suelo. Y asi pasaba las noches, tirado en la calle, mirando a la luna y pensando sobre nada y todo a la vez. Con paciencia se mantenía esperanzado de que otro de su especie le encontrase.

Dicen que el día de su muerte, al llevarse el cuerpo, se encontró algo escrito bajo el cadaver. No estaba escrito con sangre, tampoco con pintura, parecía tallado sobre el asfalto en que solía pasar los días. Al parecer, cuando notó que su hora llegaba, se dedicó a escribir una frase: “El tiempo no espera para nadie, pero los coyotes sí.”

miércoles, 17 de junio de 2009

Día 1



Como cada mañana, salió a dar un paseo con un libro cualquiera en la mano. Tras haber hecho el recorrido habitual, tanto por asfalto como por tierra, llegó a un banco en un parque bastante alejado del centro urbano. Era un buen banco, un banco limpio y situado debajo de un arbol que daba unas hermosas flores rosadas en otoño. Se sentó y comenzó a leer a la luz del cálido sol que asomaba de vez en cuando entre las nubes de un día gris.

No sabría decir cuanto tiempo estuvo leyendo, pero acabó notando una presencia a su lado. Miró de reojo y vio a una muchacha no mucho mayor que él, que también estaba leyendo un libro.

—¿Cuánto tiempo llevas ahi?
—Más que tú, eso seguro —Contestó ella sin distraerse de la lectura

Él la miró con escépticismo y se mordió la lengua para evitar discusiones con una loca desconocida.

—Lo dudo bastante... —Murmuró él, finalmente.

A pesar de haber escuchado el comentario, la chica no dijo nada. Siguió saboreando cada página como si su acompañante no estuviera. Así permanecieron bastante tiempo, hasta que el chico se vio obligado a romper un silencio tan incómodo.

—Me llamo Alex —Dijo sin preocupación aparente.
—Yo Marina —Cerró el libro de golpe, lo que provocó un sobresalto en el muchacho— ¿Cómo es que no te había visto antes por aquí?
—Creo que eso debería preguntarlo yo...
—¿Y por qué vienes aquí?
—Bueno, es un sitio tranquilo para leer.
—No, no lo entiendes. Te estoy preguntando si alguna razón existencial o metafísica.

Alex permaneció inmovil mirandola a los ojos y después agachó la cabeza. Desvió su mirada hacia un punto imaginario colocado lejos de allí, muy lejos.

—No lo sé... —Dijo en un suspiro.

[...]

Alex llegó a su casa antes de anochecer. Como de costumbre, se metió en la ducha antes de cenar. Tras haberse aseado debidamente, salió envuelto en una toalla y se miró en un empañado espejo. Apoyó su mano en el cristal y notó como un frío intenso le recorría la piel desde los dedos hasta la nuca. Quitó la mano y, entre las gotas de agua que ahora se deslizaban por el espejo, pudo ver su rostro y sus ojos. Sus profundos ojos.

—¿Cuándo empecé a sentirme asi? —Formuló en voz baja.

miércoles, 10 de junio de 2009

Insensible



Llegó a casa tras un largo día y se dirigió directamente a su habitación. Abrió las ventanas y sacó medio cuerpo al aire, respirándolo, soñando con volar lejos, con irse de allí algún día, con que todo cambiara. Y, tan rápido como la ilusión llegó a su ser, le abandonó y se sumió en un repentino y profundo estado de amargura. Otra vez.

Aprovechando que el ordenador, su instrumento de escritura, estaba encendido, se sentó en la silla y comenzó a escribir para alguien o para si mismo:

Y aquí me hallo, de nuevo, sentado en la misma silla de siempre, usando el mismo teclado de siempre y pensando lo mismo de siempre. Sintiendo lo que suelo sentir y apretando un montón de teclas por si, fruto de Dios, del destino o del azar, sale algo que no sea inservible. Escribir y leer lo que otros escriben es para mi, una vez más, un intento de escapar del tedio, la amargura, la monotonía.

Porque a eso se resume todo: aburrimiento. Sí, levantarse por la mañana, ir a algún lugar al que tienes que ir, y no por gusto, sino por supervivencia, volver al hogar, estar con gente... la misma gente de siempre, en el mismo lugar... Estoy harto. Estoy muy cansado de todo, no encuentro nada que me llene y me parece que, haga lo que haga, no va a servir de nada. Que no voy a alcanzar ninguna meta, principalmente porque no tengo ninguna y, si en alguna ocasión la tuve, acabé como en todas las anteriores: destrozado y arrastrándome por el suelo, intentando mantener una dignidad que casi he perdido por completo.

Y es que las cosas, mi mundo, tal y como está ahora, es, simple y llanamente, una mierda. No se si va a cambiar, desde luego si no cambia no va a ser por no intentarlo, pero parece que los astros se confabulan una y otra vez contra mi en momentos críticos y en los no tan críticos... y lo peor es que todo el mundo me dice que no me queje: que tengo un techo bajo el que dormir, algo que llevarme a la boca, amigos y familiares vivos y sanos... pero es que, por más que yo lo diga, no acaban de comprender que mi hambre no es física, sino espiritual, y que lo que más me duele es que todo el mundo tenga algo que yo nunca he tenido... ¿Envidia? No lo sé, tal vez. Lo que no puedo evitar es que mi estado anímico sea, por norma general, bastante desagradable: creo que, poco a poco, me estoy volviendo un insensible.

sábado, 6 de junio de 2009




¿Qué hay de ese sentimiento que brota desde lo más profundo de nuestra alma al escuchar determinada secuencia de una pieza musical? ¿Cómo un sonido es capaz de transmitirte tanto como la palabra escrita? ¿Cómo un sonido puede hacerte ver el más precioso de los paisajes, la más épica de las escenas? La música es, posiblemente, el arte que abarca lo inabarcable y que muy pocos son capaces de dominar de manera perfecta. La música seguramente sea el regalo más divino de este universo a la deriva.

Aunque me gusta escribir, creo que tan solo podré sentirme realizado artisticamente al aprender a tocar algún instrumento de forma eficiente. A ver si con suerte, algún día, aprendo a tocar la flauta travesera. Pero para eso necesito dinero y tiempo.

martes, 2 de junio de 2009

Para el mundo




Para los que caigan
y más tarde se levanten,
para los que lloren de tristeza
o de felicidad,
para los que busquen una salida
a esta cueva insondable.
Para los que añoren,
para las lágrimas del mundo,
para los soles que iluminen
a un artista vagabundo.
Para los que quieran querer,
para los que quererse quieran,
para los que quieren acabar
con su ardua existencia
y, sin embargo,
siguen su camino con fiereza.
Para los que buscan un sentido,
para los que se hallen solitarios,
para los que perderse busquen
en un camino humanitario.
Para el reloj, el tiempo,
para las horas,
para las estrellas, el viento,
para las olas.
Para un necio,
para alguien de ojos ciegos,
para alguien de oidos sordos,
para alguien importante para mi,
no lo escondo.
Para las hojas muertas,
para un otoño rojizo,
para los árboles desnudos
y su color pajizo.
Para el oceano, el mar,
para el desierto,
para un bosque tropical,
para los muertos.
Para los vivos
y para los que aun quedan por vivir.
Para los que, a pesar de su corta vida,
ya desean morir.
Para el principante,
para el desparpajo
del que sabe hablar.
Para los que aportan,
para los que ayudan,
para los que saben escuchar.
Para la suerte,
para esos que no se avergüenzan
de lo que tienen en mente.
Para aquellos que saltan hacia las nubes,
a pesar de que no lleguen,
para aquellos que buscan el amor,
aunque no lo encuentren.
Para los que se enfrentan a la dicha,
para los que tienen fé,
para los que la buscan
y para los que no la tienen.
Para aquellos que vienen
para aquellos que se van,
para aquellos que ya se han ido
y que jamás volverán.

domingo, 31 de mayo de 2009

De noche




¿De noche el mundo es menos cruel?

Las calles solitarias,
la sombra acechante,
un mundo desnudo
en alguna parte.

La luna refleja
el viento que sopla
sobre la superficie
de alguna ola.

El dolor que destroza
a un mal pretendido
que no se da cuenta
del sol escondido.

La ira que aumenta
y que empuja la hiel,
el sufrimiento profundo
que te arranca la piel.

El mundo de noche no es menos cruel.

viernes, 22 de mayo de 2009

Pronto ha de volver




Enemigo poderoso el tiempo ha sido

desde Mesopotamia hasta Roma, antes de caer,

enemigo que llega como del cielo venido

sin avisarte de que ya te queda poco por hacer.

El mundo gira en torno a este enemigo

y al sol poco le queda para perecer.

Asi que no de distraigas, amigo mio,

no hay tiempo que perder,

porque la inspiración se ha ido

pero pronto ha de volver.

miércoles, 13 de mayo de 2009



Si el caminar del caminante
nos lleva a buen puerto,
si el navegar del navegante
nos guía por buen sendero,
entonces no os preocupéis:
Este viento de levante
nos llevará a las estrellas
y allí seréis todos felices
sin hipocresía ni pena.
Mas en mi alegría habrá tristeza,
pues por muy linda o bella
que en aquel lugar
sea la naturaleza
no podré evitar pensar
lo fácil que sería disfrutar
si estuviese junto a "ella".
"Ella", mi musa, mi inspiración.
Y aunque sea desde otro mundo
podrán escuchar mi canción,
pues es la razón por la que sigo vivo
a pesar de que estos sean
los últimos versos que le escribo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Lamentos en vano




Sueña el destinado
en un mundo que no existe
y huye el marginado
de una angustia que persiste.
Calla el charlatán
cuando la lluvia de fuego arrecia,
enmudece el huracán
cuando besa a la tristeza.
Y el mundo dejar de ser mundo
y el hielo y el fuego son lo mismo
cuando el odio surge de nosotros
y alimenta el fanatismo.
Y al final todo es igual
el camino nos encuentra
y yo descanso en paz
si dejo esta puerta abierta.

Menos mal que tenemos esto:
Historias que surgen de la mano
de poetas de pluma rápida
y lamentos en vano.

viernes, 1 de mayo de 2009

Autocompasión




—Creo que tengo un problema, ¿sabes? Sí, sí, lo tengo, de eso no hay duda. Estoy totalmente seguro. ¿Que cuál es? Realmente no sabría determinar eso, pero lo que es seguro es que hay algún problema. Piensalo, todo el mundo es feliz y vive para algo o tiene algún sueño, alguna aspiración... ¿Pero qué tengo yo? ¿Un montón de palabras escritas? Suena absurdo, pero es asi, solo tengo un montón de escenas representadas mediante la escritura. Me encanta la palabra escrita, prefiero escribir a hablar, mi voz es horrible.

>>Todo el mundo es feliz con su vida, o tiene unas preocupaciones más o menos corrientes, ¿pero qué preocupaciones tengo yo? Es absurdo, parece que solo tengo una preocupación. Además, es una estupidez enorme, no debería preocuparme por algo asi, me lo dice todo el mundo, pero yo no lo puedo evitar. Parece que solo vivo para preocuparme y para pensar en ese tema, y no me lo saco de la cabeza, no, de ninguna manera me lo saco. No hay forma, siempre aparece en mi mente de la manera más inoportunda y en el momento más inadeacuado. Llevo mucho tiempo asi y no se que me pasa. Soy incapaz de concentrarme en los momentos más cruciales... es horrible.

>>Esa preocupación no hace otra cosa que generar en mi interior una desidia monumental, un aburrimiento gigantesco y una pérdida de interés hacia todo lo establecido. No me interesa absolutamente nada, salvo ese tema, obviamente. En el fondo me da igual lo que pase con el mundo, y me daría igual estar vivo o muerto si no fuese porque albergo algo de esperanza. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde... yo diría que, en mi caso, nunca se pierde. Puede que viva en el engaño, desgraciadamente.

>>Pero no estoy triste, no pienses eso. He tenido etapas de intensa pena e incluso he llegado a sentir lástima de mi mismo, pero ya no. Ya ni siquiera tengo eso. Antes podía regodearme en mi sufrimiento, antes podía... podía sentirme diferente o especial, y eso en algunos casos me hacía sentir bien... o superior. ¡Pero ya no tengo eso! Me he despertado de ese engaño, he vuelto a despertar una vez más y me he dado cuenta de que no soy superior y es que, simplemente, nada de esto tiene sentido. Y a partir de esa teoría me he montado otras muchas, todas en momentos de agonía, a cada cual más disparatada y egoista. Y cuando me he dado cuenta de esto, me he dado cuenta de todo.

>>Mi problema no es otro que la egolatría. Soy un ególatra y un egocéntrico, y ese es mi mayor problema. Piénsalo, llevamos mucho tiempo hablando y solo te he hablado de mi, de mi y de mi. ¿Te gustaría que hablasemos de ti? Pero primero terminemos con lo mio. Lo más probable es que ahora pienses que soy una especie de loco, y lo más probable es que estés en lo cierto. ¿Pero que sería de mi vida sin esa locura? Ojalá pudiera compartirla contigo, pero como no te tengo, es lo único que me queda.

martes, 28 de abril de 2009

Cuando no estás junto a mi, canto una elejía,
si no te siento cerca se me escapa la alegría.
Cuando la luz cae y la noche asciende
me convierto en la palabra melancolía.

Cuando el mundo muere y pierdo el sentido
siento dentro de mi como muere mi alma.
Cuando esta lucha eterna no acaba
el cielo se derrumba y pierdo la esperanza.

Cuando el sol aparece y todo cobra vida
y el mundo adquiere algo de inquietud
mi mundo no cambia ni un ápice
y se mantiene en una sombría acritud.

Pero es cuando me acuerdo de tu voz
cuando de nuevo vuelvo a querer vivir.
Cuando recuerdo el encanto vivo de tus ojos
todo esto ocurre, y acaba el mes de Abril.

jueves, 23 de abril de 2009

Eres...



Eres planicie montañosa,
eres un viento de huracán,
eres el sol de mediodía,
eres la ola en altamar,
eres la vida y la muerte
de aqueste mundo fatal
y eres siempre la inspiración
de este loco de atar.
Eres la voz que dictamina
de quien me voy a enamorar.

sábado, 18 de abril de 2009




Quiero encontrar la imperfección
de la que no estás exenta,
pero me daría igual,
porque no eres tu lo que amo
sino lo que representas.

viernes, 10 de abril de 2009

El muro ha caído



Creí ver el sol apagarse
y escapé de tan desoladora imagen.
Pensé poder cambiar el destino
sin ser consciente del desatino
que invadió mi espíritu inerte
tras encontrar tu alma sangrante,
tras haber cambiado mi suerte.
Pude sentir el sentimiento,sí,
lo sentí fluyendo de mis dedos
con alegre frenesí.
Mas ahora solo hay dolor
que me arranca a jirones la muerte
y me devuelve a trompicones la vida,
esa desgracia empedernida
que me ha deshecho del calor.
Ahora solo hay pena y frío,
entre tormenta y tormenta
una nevada en pleno estío,
y yo intentando encontra la estela
de una vida que he perdido...
Patético.
Solo busco evasión, distracción,
perder al mundo de vista
para volver a sentirme vacío,
y apreciar un poco el sentido
de la muerte que ha venido
y que ha acabado conmigo.
Y los pajaros cantan y las nubes se levantan.
Y el sol resplandece.
El muro ha caído.
La esperanza se ha perdido...
y no la volveré a encontrar.

martes, 7 de abril de 2009

Hacia el horizonte



Era tarde y ya estaba anocheciendo. Recorrí las calles de aquella ciudad, más bien pueblo, por última vez. Nunca más pisaría los húmedos adoquines, que habían quedado mojados tras la intensa tormenta que había tenido lugar por la mañana. Pero eso ocurrió al principio del día, y ahora, ya al final, el cielo estaba despejado y podía verse el sol perdiéndose en el horizonte, sobre el mar. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta para resguardarme de la leve brisa otoñal que asolaba aquella calleja estrecha, que era la última que me quedaba por cruzar. Finalmente llegué al puerto y avisté la nave en la que iba a embarcarme. No era excesivamente pequeña, pero resultaba acogedora igualmente. Era perfecta para un viaje tan largo.

Me acerqué a la embarcación y vi como unos hombres cargaban la mercancía. El barco no permitía pasajeros, era mercante, pero a mi me habían tomado como excepción. Bueno, a mi y a otra mujer, a la que hice pasar por mi esposa después de que me lo pidiese de rodillas varias veces. Al final conseguimos el permiso para subir a cambio de que realizásemos alguna tarea de limpieza, por ejemplo. Busqué a la mujer con la mirada, sin éxito. Supuse que ya estaba a bordo y me dispuse a atravesar unas escaleras para entrar en el barco.

Di un primer paso. Me acordé de mi familia, no la vería en mucho tiempo. De hecho, no sabían mi paradero, me había ido sin avisar, solo les dejé una nota diciendo que estaría bien. Volví a subir otro escalón y me acordé de mis amigos. Eran pocos, pero muy buenos, y tampoco les había avisado. No tenía nada en su contra, pero tenía la imperiosa necesidad de romper con toda mi vida anterior. Esperé que algún día pudiesen perdonarme. Llegué a la cubierta, di el último paso por todas las personas que amé y por las que ya no amaría. Muchos nombres me vinieron a la cabeza, pero sobre todo uno. No quise darle más vueltas y dejé la mente en blanco.

Caminé por la madera anaranjada debido a la luz del atardecer. La brisa había cesado y la temperatura era ideal y hogareña. Me apoyé en la barandilla y miré el horizonte con asombro y anhelo. Mis sentido se agudizaron, pude oler el aroma salado del mar, pude escuchar a las gaviotas revolotear varios metros por encima de mi, también pude sentir el ligero oleaje meciendo suavemente la embarcación. Las olas chocaban contra los acantilados rocosos allá a lo lejos y el sonido me llegaba sereno y melancólico, sensación de la que me contagié.

Sin darme yo cuenta ya habían pasado varios minutos y seguía contemplando aquella estampa propia de un poema. El barco zarpó con un silbido. Yo continué absorto en mis pensamientos hasta que la mujer a la que había ayudado se acercó y se colocó a mi lado. No me miró, ni yo a ella, pero los dos estabamos juntos en aquel viaje y los dos mirábamos al mismo horizonte, al mismo destino. Despegó los labios para emitir una especie de lamento que dio lugar a una triste melodía, a un canto de sirena. Pude ver una lágrima recorriendo su rostro. Con aquella escena me di cuenta de que los dos eramos almas atormentadas. Aquel hermoso sonido seguía siendo emitido a través de sus labios, el sol seguía sobre el horizonte, las gaviotas grazanaban apoyadas en el mastil y el oleaje chocaba contra la nave por babor y estribor. Todo era magnífico.

Ahora lo recuerdo y entonces no me daba cuenta. Fue efímero, como el amor o la propia vida. La belleza en estado puro. Aquel momento fue el más intenso de toda mi vida y tan solo duró un instante. Poder sentir lo que sentí es una de las grandes ventajas de estar vivo.

sábado, 4 de abril de 2009

Esclavo



Me gustaría irme de aquí,
de este lugar inmundo,
librarme de la falsa libertad
que puede brindarme el mundo.

Irme para siempre
y empezar de cero
y que alguien me quite el dolor
que está anclado a mis dedos.

Conseguiré escapar de esta jaula
llena de buitres y de hienas.
No volveré más a este lugar
y, lejos, moriré de pena.

jueves, 2 de abril de 2009

Carta de despedida de un marinero dolorido




Si caigo, no pareis.
No pareis, amigos, de remar,
porque si parais perecereis
en la dura vida en altamar.
No dudeis de la voluntad,
haced lo que sea, pero amad,
amad desconsoladamente
porque aunque yo no tuve esa suerte
por intentarlo no morirán.
Y ahora me voy, amigos,
os tengo en el corazón.
Me voy solo, con mi mochila
y mi propia frustración...
Adiós.

sábado, 28 de marzo de 2009



Aquel día que danzabas
por la inmensa habitación
comparando tu sumple vida
con una gran actuación...

Suavemente te movías
cantando una canción
una linda melodía
que escuchaba aquella flor.

En ese preciso instante
olvidé un dolor profundo.
Ambas, bellas, aquel día
disteis sentido a mi mundo.

domingo, 22 de marzo de 2009



Mientras el mar llora
y la orilla carraspea
nacen semillas de vida
desde la profunda tierra.
Y en serena armonía
sigue la naturaleza,
pese al grito terrible
y la espantosa mueca
de quien sueña con ser libre,
aunque no pueda.

martes, 17 de marzo de 2009

La rueda del sinsentido



Agarro lápiz y papel,
sale mi alma atormentada
sin saber muy bien que hacer.
Será que si no hace nada...

solo le queda yacer.

Mi mano comienza a escribir
como una condenada,
es más cercano a vivir
que estar encadenada...

ya tan solo puede morir.

Su sentido es añadir
a mi existencia latidos,
mientras la voz de esa mujer
permanece en el olvido.

Hagamos girar otra vez
la rueda del sinsentido.

sábado, 14 de marzo de 2009

Un atisbo de soledad




Sé que la muerte me acecha,
que no encuentro las palabras
para expresar esta flecha
que está clavada en mi alma.

Sé que mi mundo se acaba,
que dejará de moverse
mientras yo escudriño el alba
que me observará inerte.

Sé que las gotas de lluvia
mojarán mi húmeda faz,
que como una concubina
el destino me engañará.

Cierto es que las heridas
con el tiempo se curan
y junto al viento se van.

Pero no es menos cierto
que otras en tu compañía
hallan la melancolía
y un atisbo de soledad.

lunes, 2 de marzo de 2009

jueves, 12 de febrero de 2009

Vacío

Tú, que ajetreas mi vida,
le aportas sentido
y más tarde se lo quitas.

Tú, que solucionas mi vacuidad,
me atormentas, y al mismo tiempo,
me das felicidad.
Pero tan pronto como llegas,
te vas.

Y vuelvo a sentirme vacío.

lunes, 9 de febrero de 2009

Nada más



Ciprés, árbol de muertos
que subes a estos a los cielos
con un profundo pesar,
¿qué opinas ahora que,
la oscura sombra de la muerte,
vuelves a ver pasar?
No conoces al difunto,
solo a su familia, y nada más
sabes que una gran tormenta
tuvo ayer lugar en altamar.
Mas aunque nada conozcas
no puedes evitar pensar,
y una lagrima de melancolía
haces caer sobre el funeral.
Lo mismo pasa con la amada mía,
mis lágrimas son de melancolía,y nada más
sé que por ella daría la vida,
y que me postraría ante el mismo Satanás
a pedir lo que cualquier hombre pediría:
que me deje verla una vez más.

viernes, 6 de febrero de 2009

Maldita mi suerte




Estoy escribiendo estos versos errantes
que seguramente caerán en el olvido.
Estas palabras pertenecen a su himno,
sonido melancólico que a veces percibo.

Fruto del insomnio a esta noche llegaron,
victimas de mi pensamiento.
Ahora yazco aquí tumbado
y no puedo decir, si miento,
que me siento incómodo, incomprendido, ultrajado.

Porque mi tragedia es mi vida,
mi mayor miedo, la muerte,
mi corazón, una coraza de espinas.
Esta noche maldigo mi suerte.

sábado, 24 de enero de 2009

Noche sangrienta

El órgano dejó de sonar y la misa dio comienzo. El cura suspiró con los ojos cerrados y volvió a coger aire. El viento golpeaba los muros de la iglesia aquella noche y la madera crujía para intentar informar del peligro. Justo cuando el cura comenzó a hablar, las puertas de la iglesia se abrieron bruscamente. Un hombre entró, junto con un vendaval frío e infernal. Algunas hojas revolotearon por encima de los presentes, para después caer al suelo, inertes. La gente se giró para mirar al visitante y pudieron ver a su espalda los árboles desnudos y la intensa lluvia que había empezado a caer. Un aullido rompió el sepulcral silencio que había inundado la sala.

—Siento llegar tarde, los lobos están inquietos esta noche —Dijo el hombre, mientras se quitaba el sombrero, empapado.

Comenzó a caminar por el pasillo central. Su camisa blanca y sus pantalones negros goteaban sangre y un río rojo marcaba su camino. De su cinturón colgaba una espada enfundada y de su espalda un mosquetón bastante antiguo. El sonido que producían sus botas al andar se paró cuando se detuvo en medio del pasillo.

—¿Quién es el difunto? —Preguntó. Se había percatado del ataúd que “presidía” la ceremonia.
—Se trata del señor Don Omar Rod...
—Da igual —Las palabras del cura se vieron entorpecidas por la voz del visitante— ¿Quienes son los familiares?

Unas cuantas personas alzaron sus manos. Se encontraban muy cerca del ataúd.

—¿Y sus amigos?
—Era un gran amigo mio —Dijo un hombre que se encontraba situado al lado de los familiares.

De nuevo, comenzó a caminar. El eco de sus pasos volvió a sonar en la iglesia. Poco a poco se aproximaba más y más al ataúd.

—¿Y los demás?¿Qué hacéis aquí?
—Son gente del pueblo —Dijo el cura, que se había colocado detrás de una larga mesa. Parecía asustado.

El hombre llegó hasta el ataúd. Lo rodeó hasta quedar posicionado de tal forma que podía mirar el ataúd y a la gente al mismo tiempo.

—Dejando a familiares y amigos aparte...¿a quién de aquí le importa lo que le haya ocurrido a este hombre?

Nadie contestó. El desconocido soltó una risa sarcástica y luego volvió a hablar.

—Ojalá os ahoguéis en vuestra propia hipocresía. Además...¿cómo sabéis que está muerto?
—Yo vi como recibía un disparo —Dijo un hombre situado al fondo de la sala
—Además...está ahí dentro —Añadió el cura, señalando el ataúd

El visitante miró la caja con curiosidad y atención. La acarició y dio dos golpes con los nudillos.

—¿Cómo podéis estar tan seguros? — Dijo y, acto seguido, desenfundó la espada y la hundió en el féretro. Después lo empujó con el pie y cayó de su soporte.

La viuda gritó y todos los familiares corrieron a observar el cuerpo agujereado del difunto. El silencio se apoderó del lugar, otra vez.
—...Está vacío —Dijo la viuda,conteniendo las lágrimas
—Claro que está vacío, señora...—Dijo el hombre, mirando hacia las vigas superiores del edificio— Los vampiros no mueren de un disparo.

Agarró su espada con fuerza cuando las luces se apagaron. Un horrible chillido inundó la estancia, proveniente de una parte más alta de la iglesia, tal vez del campanario.

—¿Qué quiere decir? —Preguntó el cura, que se hallaba aterrorizado y escondido tras la mesa.
—Quiero decir que se vayan a sus casas. Se acabó el espectáculo —La luz de un relámpago iluminó la parroquia— Alguien va a morir esta noche.

sábado, 17 de enero de 2009

Sin nombre IV

Sobre la fría madera de un árbol caído se hallaba sentado, con una ropa oscura que impedía su discernimiento dada la profundidad de la noche. Tan solo se veía alumbrado por la luna que, muy de tanto en tanto, asomaba su faz, escondida entre las espesas nubes grisáceas. Frotaba sus manos para entrar en calor, con cada suspiro perdía parte de su alma congelada, y su mente dibujaba formas abstractas en la inmensa oscuridad.

Sintió a alguien llegar y alzó la mirada. La luna hizo asomar su luz aprovechando un claro en el cielo. Los copos de nieve que habían empezado a caer morían en el rostro del muchacho, derritiéndose en su calidez. Su cabello empezaba a humedecerse poco a poco. Lentamente.

Lentamente se acercaba ella, aparecida de la nada, mientras él la observaba con detenimiento. Una mujer con una larga cabellera clara y vestida tan solo con un vestido blanco, bastante viejo y algo estropeado.

—Quiero hablar contigo —Dijo, parándose en frente de su acompañante

Él no contestó. Sus ojos se fijaron en los suyos durante un momento, y después había desviado la mirada hacía la oscuridad. Ella hizo lo mismo. La nieve seguía cayendo, ahora con más intensidad. El frío se hacía más duro y llegaba hasta los huesos, perforándolos con suma acritud.

—¿Cómo puedo estar seguro de que eres tú de verdad? —Preguntó el chico. La miró a los ojos y acto seguido, adentró su vista en la profundidad de la noche. Una vez más.

Ella no contestó. Después de un silencio largo y casi perpetuo, se levantó de su asiento y se dispuso a marchar. Algo le detuvo.

—No te vayas —Dijo ella, agarrándole del brazo. Sus miradas se cruzaron de nuevo.

Cogió su mano con suavidad para que dejase de agarrarle. Sus dedos se entrelazaron inconscientemente.

—¿Por qué te quiero tanto... —Comenzó a decir

Acarició con anhelo su preciosa cabellera y sus labios se encontraron como por accidente. Al principio notó la calidez de sus labios, el cariño en sus manos. Pero poco a poco fue desapareciendo, dejó de notar su boca, sus dedos, su cuerpo. Su presencia.

—...si eres un sueño inalcanzable? — Terminó diciendo, mientras abría los ojos.

La muchacha había desaparecido sin dejar rastro. Se había desvanecido en la oscuridad, dejando un un ambiente hostil y desagradable a su alrededor. Él se dio la vuelto y se adentró en el espeso bosque, sin saber a donde ir. La herida de su alma se había abierto. Otra vez.

jueves, 1 de enero de 2009

Un mar de dudas



—¿Adónde se supone que vamos? —Me preguntó con aire desenfadado
—¿Adónde se supone que tenemos que ir? —Le respondí

Me encaminé a la proa del barco y de un salto me coloqué sobre el mascarón. Estaba increiblemente cerca del agua, y me salpicaba por momentos al chocar contra la embarcación. Pude notar el aire fresco de la mañana en mi cara. Pude percibir el olor que desprenden las algas al estar estancadas y deduje que nos encontrabamos cerca de algun puerto o alguna playa. Miré el sol del amanecer, admirando el inicio de algo hermoso. Por un momento me sentí libre. Una lágrima se escapó de mi ojo derecho,el único que todavía seguía en su sitio, quien sabe si de tristeza o de alegría.

—Mientras no encontremos un lugar mejor que este, —Musité sin preocuparme de que mi hermano me escuchase— seguiremos vagando sin rumbo.