martes, 28 de abril de 2009

Cuando no estás junto a mi, canto una elejía,
si no te siento cerca se me escapa la alegría.
Cuando la luz cae y la noche asciende
me convierto en la palabra melancolía.

Cuando el mundo muere y pierdo el sentido
siento dentro de mi como muere mi alma.
Cuando esta lucha eterna no acaba
el cielo se derrumba y pierdo la esperanza.

Cuando el sol aparece y todo cobra vida
y el mundo adquiere algo de inquietud
mi mundo no cambia ni un ápice
y se mantiene en una sombría acritud.

Pero es cuando me acuerdo de tu voz
cuando de nuevo vuelvo a querer vivir.
Cuando recuerdo el encanto vivo de tus ojos
todo esto ocurre, y acaba el mes de Abril.

jueves, 23 de abril de 2009

Eres...



Eres planicie montañosa,
eres un viento de huracán,
eres el sol de mediodía,
eres la ola en altamar,
eres la vida y la muerte
de aqueste mundo fatal
y eres siempre la inspiración
de este loco de atar.
Eres la voz que dictamina
de quien me voy a enamorar.

sábado, 18 de abril de 2009




Quiero encontrar la imperfección
de la que no estás exenta,
pero me daría igual,
porque no eres tu lo que amo
sino lo que representas.

viernes, 10 de abril de 2009

El muro ha caído



Creí ver el sol apagarse
y escapé de tan desoladora imagen.
Pensé poder cambiar el destino
sin ser consciente del desatino
que invadió mi espíritu inerte
tras encontrar tu alma sangrante,
tras haber cambiado mi suerte.
Pude sentir el sentimiento,sí,
lo sentí fluyendo de mis dedos
con alegre frenesí.
Mas ahora solo hay dolor
que me arranca a jirones la muerte
y me devuelve a trompicones la vida,
esa desgracia empedernida
que me ha deshecho del calor.
Ahora solo hay pena y frío,
entre tormenta y tormenta
una nevada en pleno estío,
y yo intentando encontra la estela
de una vida que he perdido...
Patético.
Solo busco evasión, distracción,
perder al mundo de vista
para volver a sentirme vacío,
y apreciar un poco el sentido
de la muerte que ha venido
y que ha acabado conmigo.
Y los pajaros cantan y las nubes se levantan.
Y el sol resplandece.
El muro ha caído.
La esperanza se ha perdido...
y no la volveré a encontrar.

martes, 7 de abril de 2009

Hacia el horizonte



Era tarde y ya estaba anocheciendo. Recorrí las calles de aquella ciudad, más bien pueblo, por última vez. Nunca más pisaría los húmedos adoquines, que habían quedado mojados tras la intensa tormenta que había tenido lugar por la mañana. Pero eso ocurrió al principio del día, y ahora, ya al final, el cielo estaba despejado y podía verse el sol perdiéndose en el horizonte, sobre el mar. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta para resguardarme de la leve brisa otoñal que asolaba aquella calleja estrecha, que era la última que me quedaba por cruzar. Finalmente llegué al puerto y avisté la nave en la que iba a embarcarme. No era excesivamente pequeña, pero resultaba acogedora igualmente. Era perfecta para un viaje tan largo.

Me acerqué a la embarcación y vi como unos hombres cargaban la mercancía. El barco no permitía pasajeros, era mercante, pero a mi me habían tomado como excepción. Bueno, a mi y a otra mujer, a la que hice pasar por mi esposa después de que me lo pidiese de rodillas varias veces. Al final conseguimos el permiso para subir a cambio de que realizásemos alguna tarea de limpieza, por ejemplo. Busqué a la mujer con la mirada, sin éxito. Supuse que ya estaba a bordo y me dispuse a atravesar unas escaleras para entrar en el barco.

Di un primer paso. Me acordé de mi familia, no la vería en mucho tiempo. De hecho, no sabían mi paradero, me había ido sin avisar, solo les dejé una nota diciendo que estaría bien. Volví a subir otro escalón y me acordé de mis amigos. Eran pocos, pero muy buenos, y tampoco les había avisado. No tenía nada en su contra, pero tenía la imperiosa necesidad de romper con toda mi vida anterior. Esperé que algún día pudiesen perdonarme. Llegué a la cubierta, di el último paso por todas las personas que amé y por las que ya no amaría. Muchos nombres me vinieron a la cabeza, pero sobre todo uno. No quise darle más vueltas y dejé la mente en blanco.

Caminé por la madera anaranjada debido a la luz del atardecer. La brisa había cesado y la temperatura era ideal y hogareña. Me apoyé en la barandilla y miré el horizonte con asombro y anhelo. Mis sentido se agudizaron, pude oler el aroma salado del mar, pude escuchar a las gaviotas revolotear varios metros por encima de mi, también pude sentir el ligero oleaje meciendo suavemente la embarcación. Las olas chocaban contra los acantilados rocosos allá a lo lejos y el sonido me llegaba sereno y melancólico, sensación de la que me contagié.

Sin darme yo cuenta ya habían pasado varios minutos y seguía contemplando aquella estampa propia de un poema. El barco zarpó con un silbido. Yo continué absorto en mis pensamientos hasta que la mujer a la que había ayudado se acercó y se colocó a mi lado. No me miró, ni yo a ella, pero los dos estabamos juntos en aquel viaje y los dos mirábamos al mismo horizonte, al mismo destino. Despegó los labios para emitir una especie de lamento que dio lugar a una triste melodía, a un canto de sirena. Pude ver una lágrima recorriendo su rostro. Con aquella escena me di cuenta de que los dos eramos almas atormentadas. Aquel hermoso sonido seguía siendo emitido a través de sus labios, el sol seguía sobre el horizonte, las gaviotas grazanaban apoyadas en el mastil y el oleaje chocaba contra la nave por babor y estribor. Todo era magnífico.

Ahora lo recuerdo y entonces no me daba cuenta. Fue efímero, como el amor o la propia vida. La belleza en estado puro. Aquel momento fue el más intenso de toda mi vida y tan solo duró un instante. Poder sentir lo que sentí es una de las grandes ventajas de estar vivo.

sábado, 4 de abril de 2009

Esclavo



Me gustaría irme de aquí,
de este lugar inmundo,
librarme de la falsa libertad
que puede brindarme el mundo.

Irme para siempre
y empezar de cero
y que alguien me quite el dolor
que está anclado a mis dedos.

Conseguiré escapar de esta jaula
llena de buitres y de hienas.
No volveré más a este lugar
y, lejos, moriré de pena.

jueves, 2 de abril de 2009

Carta de despedida de un marinero dolorido




Si caigo, no pareis.
No pareis, amigos, de remar,
porque si parais perecereis
en la dura vida en altamar.
No dudeis de la voluntad,
haced lo que sea, pero amad,
amad desconsoladamente
porque aunque yo no tuve esa suerte
por intentarlo no morirán.
Y ahora me voy, amigos,
os tengo en el corazón.
Me voy solo, con mi mochila
y mi propia frustración...
Adiós.