lunes, 22 de diciembre de 2008

Sin nombre III



La luz anaranjada del atardecer se posaba sobre su rostro e iluminaba el papel. También hacía que la tinta tomase un brillo especial, tal vez fruto de la mezcla de los poderosos rayos y el fervor del trazo. Por un momento pensó asi, pero volvió a este mundo cuando escuchó a alguien acercarse. Era un niño que corría mientras gritaba. Se sentó a su lado al tiempo que se reía.

—Yo también era feliz en la ignorancia —Dijo él,mientras el niño dejaba de reir. Puso su mano en la cabeza del niño y sonrió.
—¿Qué escribes,señor? —Preguntó el niño,con la sincera afabilidad de quien todavía no se ha corrompido.
—Escribo...lo primero que se me viene a la mente.

El niño se enclinó sobre el papel y leyó atenta y lentamente. Al terminar,miró al hombre,extrañado.

—Pero solo hay trozos, y ninguno tiene que ver con el anterior.
—Me sorprende que un niño tan pequeño haya sido capaz de darse cuenta —Dijo él,y sonrió de nuevo. Hacía tiempo que no lo hacia de manera sincera— Llegarás lejos.

Con esas palabras,y tras doblar y guardar cuidadosamente el papel en uno de sus bolsillos,se levantó del asiento y se alejó de aquel lugar. El niño lo observó con aspecto serio, incluso maduro, durante unos segundos, para empezar a perseguir a un perro segundos después.

Y él se alejaba más y más, sin rumbo.Todo estaba truncado en él: su manera de ser tanto como su manera de pensar. Un hombre de fragmentos, fragmento él mismo.*

*Frase de la obra Ese maldito yo de Emil Michel Cioran.

1 comentario:

Amaya Martín dijo...

A veces es mejor ser como niños, felices en la ignorancia..Despues de todo cuando nos vayamos de aqui nos llevaremos lo felices que hayamos sido..Y lo dice alguien que prefiere vivir con los pies en la tierra, que ironía!..Muy buen texto.Un abrazo Jorge