domingo, 14 de diciembre de 2008

Bienvenidos al infinito



Había perdido la noción del tiempo y no sabía a ciencia cierta cuanto llevaba en aquel lugar. Días, meses, años, lustros...toda concepción de la realidad había desaparecido cuando se sintió sobrepasado por las mareas de la eternidad.

Todo ocurrió aquel fatídico día, en aquel fatídico momento en que decidió ayudar a una persona desconocida, aquel fatídico instante en que el metal chocó y arrasó su cuerpo. Y después, el resplandor. El mundo desapareció y fue remplazado por un inmenso destelló de luz cegadora, cálida y arrolladora. Y después, la ocuridad. Una inmensa oscuridad, más profunda que el alma y más sobrecogedora que la más claustrofóbica de las grutas. Aparentemente flotaba en la nada, pero pudo sentir bajo sus pies algo donde apoyarse. Se arrodilló y posó sus manos en aquella extraña materia. Inerte y fría como la misma muerte, no pudo discernir de que se trataba. Las sensaciones eran extrañas, más etéreas incluso que en la realidad humana.

Pensó estar ciego, pues estaba rodeado de una oscuridad que le envolvía de manera siniestra e irreal. Pero todas sus suposiciones se tornaron inciertas cuando algo apareció frente a él. Algo divino.

No pudo sentir otra cosa que admiración cuando un rostro, agradable pese a ser desconocido, apareció de entre las tinieblas. Su ropaje negro no dejaba apenas distinguir su cuerpo del fondo, pero gracias a la luz radiante que emanaba de su piel pudo acabar viendo algo parecido a una capa oscura. Sus miradas se cruzaron y, por un instante, creyó estar muerto.

—Bienvenidos —Dijo el hombre
—¿Cómo? —Preguntó él, sin comprender la bienvenida
—Bienvenidos al infinito

Todo se tornó oscuridad de nuevo. El suelo desapareció, y sintió su cuerpo precipitandose a una vacío sin fin, a un viaje sin retorno. Pero, de pronto, algo frenó la caida. Un liquido acuoso empezó a rodearle, y notó como se hundía en un mar oscuro y perpétuo. Intentó aguantar la respiración y nadar hasta la superficie, pero una corriente maligna lo empujaba más y más hacia el fondo de un abismo imperecedero. Finalmente, no pudo aguantar y respiró una bocanada de un aire inexistente. Acto seguido, perdió el conocimiento.

Cuando despertó ya estaba allí. Un lugar frío,lluvioso y repleto de sombras. No había cielo ni tierra, no había materia, no había nada. Solo él y el agua. Esperó durante largo tiempo y, después de varias vidas, volvió a ver el resplandor. Aquella luz reconfortante le empujaría de nuevo hacia el abismo, pero era agradable y su alma se sentía atraida por ella. Acercó su mano, notó un calor intenso en sus dedos y, después, un majestuoso chispazo. Sintió su cuerpo flotar en en vacío y, al rato, chocar contra algo duro, húmedo y frío.

Se había quedado inconsciente debido al golpe, o eso supuso al despertar. Abrió los ojos y una luz débil penetró en ellos. Tardó poco en acostumbrarse a aquella semi-claridad. Se puso en pie y miró a su alrededor. Ahora pisaba un asfalto mojado y resquebrajado, unos edificios viejos y derruidos se levantaban a izquierda y derecha, luchando por no ser conquistados por la madre naturaleza, cuyo ejercito estaba formado de largas enredaderas que penetraban en las paredes y demás vegetación selvática. Miró al cielo y notó la ausencia del sol y de la luna. Las nubes habían sido sustituidas por un remolino abstracto. Todo tenía un color apagado, casi grisaceo. Escuchó gritos de agonía y desesperación de los que solo una palabra se podía distinguir: “infinito”.

Comenzó a andar, buscando una salida, o buscando al hombre que le había dado la bienvenida en el pasado. Inició su viaje errante por aquel mundo muerto.

2 comentarios:

Amaya Martín dijo...

El infinito a veces no necesita un golpe para abrirnos sus puertas.., a veces lo sentimos en plena calle, rodeados de tanta gente.., otras veces pasa desde dentro, y nos deshabita la "casa".., que nunca nos alcance el infinito, sino es el de la ternura y el del amor.., para lo demas prefiero conocer el limite, solo asi sabre que por muy oscura que sea la noche siempre habrá un amanecer..
Tu pluma tiene la delicadeza de un angel y la habilidad del "transporte" a la situación que relatas..Creo que ya te lo dije..Ignoro tu edad o tu profesión, pero te diré algo:
Sigue escribiendo..
Un fuerte abrazo

Siôrs dijo...

Gracias por el apoyo, Amaya. Digamos que soy bastante joven y no trabajo todavía xD

Un abrazo.